Mucho tiempo antes de que los alemanes Michael Schumacher y Sebastian Vettel deslumbraran con su talento en la Fórmula 1 existió un piloto que también puso al automovilismo germano en lo más alto. Su nombre era Rudolf Caracciola.
Nacido en Remagen el 30 de enero de 1901, Rudi fue conocido en su país como el mejor piloto de su era gracias a sus hazañas en las pistas antes de que la Segunda Guerra Mundial obligara al automovilismo a hacer un paréntesis.
Durante su campaña deportiva Caracciola logró 16 victorias en Grandes Premios, más que cualquiera en su época, superando a importantes pilotos como su compatriota Bernd Rosemeyer o el italiano Tazio Nuvolari.
Seis de aquellos triunfos los consiguió en el Gran Premio de Alemania, algo que lo convierte en el piloto más exitoso del GP germano. Incluso superado al propio Schumacher que lo ganó en cuatro oportunidades.
También obtuvo un récord de velocidad en carretera. El 28 de enero de 1938 llegó a los 432,7 km/h sobre un Mercedes-Benz W125 Rekordwagen desarrollado especialmente para lograr ese hito.
Su accidente más grande ocurrió durante el Gran Premio de Mónaco de 1933 en el cual participó sobre un Alfa-Romeo 8C Monza del equipo que había formado con su amigo Louis Chiron.
Estuvo seis meses internado y aunque los médicos le dijeron que jamás volvería a conducir porque su pierna derecha había quedado más corta que la izquierda, volvió a correr al año siguiente como piloto de Mercedes-Benz, que volvía a las pistas luego de un paréntesis de un par de años.
Durante las dos temporadas siguientes debió soportar los intensos dolores de su lesión y por eso llegó a pensar en el retiro, pero en 1935 las cosas cambiaron. Logró cuatro victorias y se consagró Campeón Europeo de Pilotos, el equivalente a ser monarca de la Fórmula 1 en la actualidad.
En el GP de Mónaco de 1936 se tomó revancha de aquel accidente que casi le cuesta su carrera y logró una impresionante victoria bajo un diluvio, algo que le valió el apodo del “Señor de la lluvia”. Volvió a ganar el Campeonato Europeo de Pilotos en 1938 y 1939 y luego, como el resto de sus colegas, dejó de correr a causa del conflicto bélico.
Durante la guerra, Caracciola fue parte de la NSKK, una pequeña organización militar de la Alemania Nazi dedicada a la instruir a los soldados en el manejo de motocicletas y autos de alto rendimiento.
Según comentó en una autobiografía, jamás fue un miembro activo del partido Nazi y hasta rechazó un pedido de la NSKK para entrenar a las tropas alemanas. “No podía animar a los jóvenes para que creyeran en una victoria en la que yo mismo no creía”, dijo.
Finalizada la guerra, Caracciola aceptó una invitación para correr en las 500 Millas de Indianápolis de 1946. Si bien tenía pensado utilizar un Mercedes-Benz W165 no lo pudo hacer porque le fue imposible conseguir el permiso de importación temporaria.
El equipo propiedad de Joe Thorne le cedió un vehículo y así el sueño de Caracciola de volver a competir comenzó a tomar forma. Sin embargo, su retorno a las pistas fue dramático. Durante las prácticas oficiales del 28 de mayo sufrió un fuerte despiste en la curva 2 y casi pierde la vida. El accidente lo tuvo en coma durante varios días.
Caracciola volvió a competir recién en 1952 como parte del equipo oficial Mercedes en carreras sport. Su resultado más relevante de ese año fue el cuarto puesto en las Mille Miglia. Pocas semanas después de ese gran trabajo participó del Gran Premio de Suiza. Lamentablemente, volvió a sufrir un fuerte accidente y esta vez el adiós a las pistas fue definitivo.
Rudi siguió trabajando para Mercedes-Benz como vendedor de autos y se dedicó a realizar exhibiciones para la marca. A principios de 1959 se enfermó y el 28 de septiembre de ese año falleció a los 58 años.
“Cuando la velocidad entra en la sangre, uno debe conducir para vivir”, dijo alguna vez Caracciola. Al repasar su vida uno se da cuenta que él, a pesar de todo, él lo logró.