Tan extenuante como peligroso, el rally Dakar está plagado de anécdotas que han servido para incrementar su fama. Una de las más pintorescas ocurrió en la edición 1988 y tuvo como protagonista al finlandés Ari Vatanen, ganador en 1987 y que también repitió triunfo en 1989, 1990 y 1991.
Aquel año la carrera comenzó el 1 de enero en La Plaza de Armas de Versalles. La caravana estaba compuesta por 603 participantes (311 en autos, 183 en motos y 109 en camiones), una cifra récord hasta nuestros días. El recorrido, dividido en 18 etapas, establecía 12.974 kilómetros totales con 6.605 contra reloj a través de Francia, Argelia, Nigeria, Mali, Mauritania y Senegal. El día de descanso fue en Agadez, el 11 de enero; y el final en el mítico Lago Rosa, el 22.
Gracias al triunfo de 1987, Peugeot había llegado como gran favorito a repetir la victoria con una formación integrada por Vatanen, su compatriota Juha Kankkunen y los franceses Henri Pescarolo y Alain Ambrosino.
Confirmando los pronósticos, Vatanen parecía encaminado hacia un nuevo triunfo en una carrera que se presentaba complicada ya que varias etapas habían sido canceladas o bien porque las asistencias no podían llegar a los lugares establecidos, por problemas diplomáticos entre países o por las tormentas de arena. Pero todo cambió cuando la caravana llegó a Bamako (Mali), punto de inicio de la 14° jornada.
EL SECUESTRO DEL PEUGEOT 405 T16
Poco antes de comenzar la especial, que terminaba en Kayes con un recorrido de 531 kilómetros, personas ajenas a la competencia entraron al parque cerrado y se llevaron el Peugeot 405 T16 de Vatanen. Lejos de ser una broma fue, literalmente, un secuestro porque pidieron unos 25 millones de franco (100.000 dólares) para devolverlo.
Un testigo del robo fue uno de los miembros del equipo Honda, quien se percató como a las 5.45 de la madrugada el 405 T16 del finlandés era sacado del predio, pero sin ver quién era su conductor. Ya por la mañana el francés Jean Todt, jefe de Peugeot Sport, recibió una llamada en la que se le solicitaba el rescate para devolver el coche. “Era una voz europea”, aseguró el galo.
Mientras algunos especulaban con la posibilidad de que todo fuese un montaje publicitario de Peugeot, Vatanen se paseaba por el hotel y parecía no preocuparse mucho por lo sucedido: “Hay que tomárselo con filosofía. Es mejor esto que un accidente. Es muy fácil robar el coche porque solo hay que apretar dos botones para ponerlo en marcha”.
Aunque el rescate no fue pagado, según afirmaron desde el equipo francés, el 405 apareció poco después en un descampado. Vatanen no perdió mucho tiempo e intentó largar el especial, pero fue desclasificado por llegar tres horas tarde a su inicio.
Todt apeló la medida y por eso Vatanen volvió a la carrera al día siguiente. Sin embargo, ante la aireada protesta de los otros competidores, para quienes Vatanen había abandonado, la Federación Internacional del Automóvil (en ese momento dirigida por el galo Jean-Marie Balestre) ordenó que se respetara la sanción original por lo que el campeón se quedó sin la posibilidad de revalidar el título.
La amargura de Peugeot duró poco. Con Vatanen fuera de la prueba concentró toda su atención en Kankkunen, el principal beneficiado por el curioso incidente que rodeó a su compatriota. KKK no falló y llegó su 205 T16 al triunfo, mientras que Ari debió esperar al año siguiente para tomarse revancha en una edición que se definió por una moneda. Pero esa es otra historia…
