Durante sus primeras décadas de vida la Fórmula 1 era muy flexible con su reglamento. De hecho permitía algo que ahora está absolutamente prohibido: que un equipo ponga en la pista un auto de otro fabricante. Este era un buen recurso para las estructuras pequeñas que, de esta manera, se evitaban erogar grandes sumas de dinero para hacer un desarrollo propio que no siempre resultaba exitoso. No obstante todos soñaban con convertirse en constructores. También por aquellos años no extrañaba que los pilotos en el ocaso de su campaña deportiva se convirtieran en dueños de equipo. Tal fue el caso del inglés Graham Hill, campeón de la Máxima en 1962 y 1968.
A los 44 años y después de haber corrido para Lotus (1958 y 1959 y de 1967 a 1969), BRM (de 1960 a 1966), Rob Walker Racing Team (1970) y Brabham (1971 y 1972), Graham decidió que era tiempo de tener su propia escudería. Gracias al apoyo de la tabacalera Embassy creó el Embassy Hill que debutó con él mismo como piloto en 1973.
El bicampeón corrió con un Shadow DN1-Cosworth, pero lejos estuvo de destacarse. En su primer año cumpliendo el doble rol de piloto y team-manager logró un noveno lugar como mejor resultado durante el GP de Bélgica.
Para 1974 cambió el Shadow por un Lola T370 y agregó otros dos autos para el británico Guy Edwards y el alemán Rolf Stommelen. El punto sumado por Hill al llegar sexto en el GP de Suecia fue la pequeña demostración de que había acertado con la elección del chasis creado por la compañía fundada por Eric Broadley.
En 1975 fue por más. Contrató al ingeniero Andrew Smallman para que le metiera mano al Lola con el objetivo de mejorar sus prestaciones. Así nació una versión modificada del T370 que fue bautizada como Lola T371.
Con el auto viejo Hill se presentó en cuatro carreras y corrió en dos sin lograr grandes resultados. Mientras que el T371 tomó la denominación de GH1 cuando el bicampeón anunció su decisión de construir su propio vehículo para la temporada de 1976.
Con el “flamante” GH1 corrieron seis pilotos a lo largo de 1975 como el propio Stommelen, el francés François Migault, el inglés Tony Brise, y los australianos Vernon Schuppan y Alan Jones, quien logró el mejor resultado de aquel torneo con el quinto lugar en el GP de Alemania.
Con la experiencia cosechada, Smallman se animó a crear su propio F.1. Así nació el GH2, un auto que era un conjunto de lo mejor de diferentes vehículos de esa época.
La trompa plana y el alerón trasero se parecían a los utilizados en el Lotus 72 de 1969 diseñado por Maurice Phillippe, el chasis tenía una forma trapezoidal para reducir la resistencia del aire como el Brabham BT42 de 1973 creado por Gordon Murray, la ubicación de los radiadores le rendía tributo a la Ferrari 312B de 1970 firmada por Mauro Forghieri, mientras que la cabina alta y delgada recordaba al Hesketh 308C presentado a mediados de 1975 y concebido por el Dr. Harvey Postlethwaite.
El GH2, motorizado por Cosworth, había realizado unas exitosas pruebas con Brise al volante y en el equipo de Hill reinaba el optimismo por ese segundo y medio de velocidad extra que tenía la creación de Smallman sobre el Lola modificado.
El bicampeón estaba tan seguro que con su creación sería competitivo en el torneo de 1976 que poco le importaba la decisión de Embassy de reducir el presupuesto, algo que lo obligaría a alistar una sola unidad.
Sin embargo, el destino se interpuso en las ambiciones del ex piloto. El 29 de noviembre de aquel año, después de probar el nuevo vehículo en el circuito francés de Paul Ricard, Hill, Brise, Smallman, el gerente del equipo Ray Brimble y los mecánicos Tony Alcock y Terry Richards fallecieron al estrellarse el avión en que viajaban.
La tragedia terminó con el Embassy Hill y el Hill GH2 pasó a formar parte de la lista de los Fórmula 1 que jamás corrieron.