Durante el Gran Premio de Bélgica de 2000 el alemán Michael Schumacher (Ferrari) y el finlandés Mika Häkkinen (McLaren) mantuvieron un duelo épico que aún se recuerda como un de los momentos más bonitos de la Fórmula 1 moderna.
El nórdico venía punteando, pero hizo un trompo a mitad de la carrera y perdió el liderazgo a manos del Kaiser. Sin embargo, no se rindió en su intento de volver al primer lugar ya que sabía que contaba con un mejor medio mecánico.
Con un ritmo endiablado Häkkinen descontó seis segundos en nueve vueltas y se puso detrás de Schumi. Aprovechó la extensa recta de Kemmel e intentó superar a su rival, quien atinadamente lo dejó sin espacio y lo tiró contra el pasto como para que pudiese ganarle el puesto en el ingreso a Les Combes.
El finlandés ya había llegado hasta ahí y estaba claro intentaría otra vez volver a la punta de la competencia en el mismo lugar porque su auto tenía mayor velocidad. Pero esta vez el piloto de McLaren contó con un aliado: el brasileño Ricardo Zonta (BAR), que venía retrasado.
Los tres bólidos encararon los metros finales de la extensa recta uno detrás del otro con Zonta al frente. Cuando estaban por llegar a Les Combe, Schumacher se tiró para la izquierda, como para dejárselo de tapón a Häkkinen. Sin embargo, el entonces vigente campeón siguió por su línea y con una leve corrección al volante pasó a ambos vehículos por adentro y se fue derecho al triunfo.
DESDE ADENTRO DEL HABITÁCULO
“Michael siempre fue un competidor muy duro porque nunca se rendía. Y creo que lo que sucedió ese día en Spa fue un buen ejemplo. Yo lideraba la carrera muy cómodamente, pero cometí un error. La pista estaba un poco húmeda y en una curva perdí el control. Michael aprovechó y me superó. Tuve que perseguirlo y realmente me divertí haciendo eso. Sabía que yo era más rápido que él, así que superarlo iba a ser algo fácil; aunque realmente no fue nada sencillo”, recordó tiempo después el autor de esta gran maniobra.
“El lugar donde podía pasarlo era al final de la recta larga, pero cuando intentaba superarlo él me cerraba el paso. Lo intenté muchas veces, pero siempre pasaba lo mismo. Faltaban pocas vueltas y sabía que las chances de volver al primer lugar desaparecían. Sabía que para superarlo tenía que ir a fondo por Eau Rouge, algo que sí se podía hacer en clasificación, pero no en carrera porque el auto estaba más pesado y con todos los elementos más desgastados… Así lo hice y, realmente, tuve la sensación de que el auto iba a explotar. Cuando salí de ese sector supe que sí lo podría superar esta vez”, explicó el finlandés.
“Sin embargo, cuando vi que delante de nosotros estaba Zonta, me pregunté: ‘¿Y ahora qué hago?’. En las vueltas anteriores Michael me había encerrado por dentro de la pista y pensé que con Ricardo ahí no lo podría hacer. Al mismo tiempo supuse qué si Zonta no nos veía por el espejo y se tiraba hacia adentro para doblar, sería mi fin… Igual decidí hacer la maniobra y salió bien. Realmente fue una sensación increíble y el final de una gran batalla”, resumió.
Después de la carrera Häkkinen y Schumacher hablaron de lo sucedido en esa intensa batalla. “Fue natural que fuera a hablar con él. Le recriminé que en un momento, cuando estaba defendiendo la posición, me había sacado de la pista. ‘No puedes tirar a alguien al pasto a 300 km/h. Esta es una situación de vida o muerte, debes usar algo de sentido común’, le dije. Michael inclinó la cabeza, me miró y me respondió: ‘¿Qué hice mal’. No fue un ‘lo siento, fui demasiado agresivo’… Si eso hubiese sucedido en un sector más lento en el que puedes hacer cosas que están al límite de lo justo, de alguna manera podría aceptarlo porque yo también usaba trucos en la pista. Pero a 300 km/h si te despistas sobre el pasto es posible que salgas volando”.
En esta época de sobrepasos artificiales gracias al DRS parece difícil que un piloto muestre su coraje como ocurrió aquel 27 de agosto de 2000 con Mika Häkkinen. Por eso este recuerdo sirve para saber que una vez hubo una Fórmula 1 en la que el valor era la diferencia entre ganar y perder.