Mantenerse en el automovilismo no es algo fácil y menos hacerlo en la Fórmula 1, una categoría que es tan fascinante como despiadada. A lo largo de su historia grandes estructuras que alcanzaron la gloria desaparecieron en cuestión de años demostrando que la supervivencia no solo se consigue con resultados, sino con oportunas alianzas. El mejor caso es el de Sauber, un modesto equipo que ingresó a la categoría en 1993 y desde entonces ha logrado mantenerse gracias a acuerdos estratégicos como el que suscribió recientemente con Audi.
La génesis de Sauber está en su fundador, el suizo Peter Sauber (79). El primer auto de lo que luego sería Sauber Motorsport fue un VW Beetle que preparó en el sótano de la casa de sus padres en Hinwil en 1970 para disputar competencias de trepada, muy populares en su país a raíz de la prohibición de las carreras en circuitos después de la tragedia de Le Mans de 1955.
Para lograr mejores resultados, Sauber decidió crear un vehículo de estructura tubular al que le colocó un confiable motor Ford Cosworth. Con este proyecto inició la costumbre de bautizar a los autos con su apellido y la letra “C” en honor a su esposa Christiane.
A mediados de los ’70, este suizo con pasado de electricista fue un poco más allá. Concibió el Sauber C5-BMW y comenzó a participar en el Campeonato Interseries. Como ese auto había sido construido como un Grupo 6 participó varias veces en las 24 Horas de Le Mans.
Sauber terminó la década preparando un Lola para la Fórmula 2 para su compatriota Max Welti, quien posteriormente se unió al equipo como su director. Juntos también se dedicaron en 1981 y 1982 a preparar BMW M1 para carreras de larga duración.
En 1985 llega la primera gran alianza de Sauber con una automotriz cuando cerró trato con Mercedes-Benz para competir en el Mundial de Sport Prototipos. La asociación tuvo su momento cumbre en 1991 con el título de equipos. Uno de los pilotos de aquella época fue el alemán Michael Schumacher, nada menos.
SAUBER LLEGA A LA FÓRMULA 1
El resultado logrado en la época dorada de los Grupo C alentaron a Sauber a dar el gran salto hacia la Fórmula 1, categoría en la que debutó en 1993 equipando a sus autos con un motor Ilmor V10, que fue rebautizado con el apellido del fundador del equipo, y el apoyo de Mercedes, que dos años más tarde se alió con McLaren.
Los buenos resultados le permitieron a Sauber lograr en 1995 el patrocino de Red Bull, compañía que había elegido a la F.1 para hacerse conocida en todo el mundo. El hábil suizo también sedujo a Petronas, el gigante petrolero malayo. No solo se convirtió en main sponsor, sino que también le dio su nombre a los motores Ferrari que el team utilizó entre 1997 y 2005.
Entre 2006 y 2010, Sauber vivió su primer romance con un constructor en la F.1 al rubricar un acuerdo con BMW, que se convirtió en propietario y motorista. Con el BMW Sauber F1 Team, la escudería fundada por Sauber disfrutó del mejor momento en la Máxima. En 2007 logró el subcampeonato gracias a una sólido trabajo del polaco Robert Kubica y el alemán Nick Heidfeld. Mientras que al año siguiente logró su único triunfo de la mano de Kubica en el GP de Canadá.
Tras romper relaciones con la casa bávara y tomar nuevamente el control de la escudería, Sauber debió arreglárselas para subsistir, algo que no fue sencillo y que hizo mella en la salud del fundador.
En mayo de 2012, el empresario transfirió un tercio de Sauber Group a la india Monisha Kaltenborn, la directora ejecutiva del equipo y su sucesora designada. Meses más tarde, Sauber decidió alejarse del funcionamiento diario de la estructura, ascendiendo a Kaltenborn al puesto de directora.
En 2016, Sauber atravesó su peor crisis financiera, pero en julio de ese año surgió la única posibilidad de mantenerse en la pista. Longbow Finance, un grupo inversor suizo encabezado por Finn Rausing, compró Sauber Holding. Desde ese momento, Peter Sauber dejó definitivamente sus funciones.
Bajo la gestión de Rausing, Sauber llegó a un trato con Alfa Romeo en 2019 para representar a la marca italiana en la F.1. En el medio del idilio con la firma de Milán, el magnate suizo estuvo en charlas con Michael Andretti para venderle el equipo, algo que no llegó a buen puerto.
Muy hábil para los negocios, Rausing no perdió ni un minuto cuando se enteró que el Grupo VW no solo le había dado el OK a Porsche para desembarcar en la F.1, sino también a Audi.
Con la casa de Stuttgart apuntando sus cañones a Red Bull -trato que no se cerró-, Rausing vio en la oferta que le hizo Audi las condiciones necesarias para asegurarle al equipo suizo una nueva plataforma de desarrollo que tiene la victoria, nada menos, como gran objetivo.
