El inicio de la temporada 1999 de la Fórmula 1 resultó terrible para el alemán Michael Schumacher. En aquel GP de Australia, que inauguró el 50ª torneo de la Máxima, Schumi terminó octavo luego de infinidad de problemas mecánicos en su auto. Sin embargo, en Ferrari había muchas caras felices gracias al triunfo del irlandés Eddie Irvine.
Igual Schumacher rápidamente tuvo su revancha y demostró que estaba en buena forma para ir en busca de su tercer título en la categoría en su cuarto ejercicio como piloto de la Scuderia. Terminó segundo en Brasil, ganó el GP de San Marino y pasó al frente del torneo. Luego repitió éxito en Mónaco y fue tercero en España. Esa seguidilla de podios le permitió marcharse de Barcelona al frente de las posiciones con una ventaja de seis puntos sobre el finlandés Mika Hakkinen (McLaren).
Pero en el GP de Canadá la balanza se inclinó a favor del nórdico, que había ganado en Brasil y también en territorio ibérico. Gracias a su triunfo en Montreal se convirtió en el tercer puntero del campeonato con media docena de unidades sobre el Kaiser.
Tras el GP de Francia, que quedó en manos del alemán Heinz-Harald Frentzen (Jordan) esa diferencia se extendió a ocho tantos gracias al tercer puesto de Hakkinen y al quinto de Schumacher.
En Ferrari sabían que el GP de Gran Bretaña, en el mismo circuito de Silverstone en el que había logrado su primer festejo en la categoría en 1951 con el argentino José Froilán González, debía revertir la situación.
El segundo puesto de Schumi en la clasificación, pese a la diferencia de 419/1000 con el poleman Hakkinen, fue una buena señal como para alimentar el optimismo. Pero esas expectativas se desvanecieron en un instante poco después de la largada…
El Kaiser no partió bien y perdió dos posiciones a manos del escocés David Coulthard (McLaren) y de Irvine. Logró colocarse detrás de su coequipier y en la frenada de Stowe le ganó la posición. Cuando ya se aprestaba a doblar hacia la derecha, la dirección de su Ferrari no obedeció.
El alemán se dio cuenta rápidamente y frenó a fondo, pero el auto fue un misil fuera de control. Pasó por delante de Irvine -a punto estuvieron de chocar- y siguió derecho hacia la cama de leca, que no logró detener el coche, y chocó de frente con los neumáticos que protegían el muro de contención.
Pocos metros antes del impacto el coche de Schumacher cruzó la parte más rápida del circuito a 313 km/h…
Michael mantuvo sus manos en el volante, pero sin ninguna posibilidad de reacción. Con el accidente del brasileño Ayrton Senna aún fresco, pese a que ya habían pasado cinco años, más de uno pensó lo peor. Pero afortunadamente eso no ocurrió.
Schumacher fue rápidamente asistido y retirado del auto con un fuerte dolor en la pierna derecha, que había sufrido las fracturas de la tibia y el peroné.
La lesión le impidió estar en las siguientes seis carreras, en las que fue sustituido por el finlandés Mika Salo, quien había comenzado el año como piloto de British American Racing.
Pese a la ausencia de Schumacher de las pistas, Ferrari siguió en la pelea por el título con Irvine. Lo pudo haber ganado, pero no ocurrió. Y para muchos en eso tuvo que ver el propio Schumi…
Sin la necesidad de tener que ser escudero del entonces bicampeón, Irvine demostró que estaba en condiciones de ser primer piloto de cualquier equipo. Tras el GP inglés cosechó dos triunfos consecutivos (Austria y Alemania) y se convirtió en el máximo aspirante a la corona al ganar en Malasia y pasar al frente del torneo a falta de una carrera en Japón.
Aquel triunfo en Sepang -en la primera visita de la F.1 a esta pista- estuvo envuelto en la polémica ya que Irvine y Schumacher, que había regresado en esa carrera y le había cedido la primera posición a su coequipier, fueron excluidos por problemas técnicos en sus autos.
En la revisión se comprobó que los alerones de sus vehículos utilizaban deflectores laterales que medían 10 milímetros más de lo permitido. Sin embargo, Ferrari apeló la dura sanción.
La Federación Internacional del Automóvil revisó el caso y comprobó que los comisarios “no habían utilizado un sistema de medición fiable”. Por tal motivo Irvine y Schumacher fueron reclasificados varios días después primero y segundo para bronca de McLaren, que debió esperar a Suzuka para celebrar ya que el triunfo de Hakkinen en el circuito nipón y el tercer puesto de Irvine le dio el título al nórdico con dos puntos de ventaja sobre el irlandés…
¿Pero por qué Schumacher tuvo que ver en esta definición? Es que habría dilatado su regreso más de lo debido. Para muchos eso habría sido para no ayudar a Irvine, que inesperadamente tuvo en sus manos la posibilidad de quedar en la historia del equipo de Maranello como el responsable de devolverle la gloria después de 20 años ya que la última celebración databa de 1979 con el sudafricano Jody Scheckter.
Los entretelones de cómo fue el regreso de Schumi a las pistas sirvieron para alimentar los rumores de un posible boicot. En una entrevista con The Times, Luca Di Montezemolo, entonces presidente de Ferrari, contó que antes del GP de Malasia llamó a su casa para saber cómo estaba. Fue atendido por Giana-Maria, la hija del campeón, quien le dijo que justo había llegado de jugar al fútbol…
“Aprecio mucho a Schumacher, pero si podía jugar al fútbol, ¿por qué no podía conducir?”, afirmó el ejecutivo. El piloto se resistió a la petición de volver en Malasia, pero Montezemolo le recordó los dos millones de dólares que percibía por carrera y no le quedó otra que volver a calzarse el casco.
“Me enfadé muchísimo con él. Quería dejar claro que las historias de un boicot eran un insulto personal”, dijo en ese momento Di Montezemolo, aunque sus palabras jamás lograron borrar del todo las dudas…