La Fórmula 1 de antaño se permitía ciertas licencias que hoy serían imposibles. Como ocurrió a principios de la década de 1970 cuando un empresario que vendía motorhomes le encargó un auto para la máxima categoría a un diseñador industrial amante de las formas redondas.
El ejecutivo era el alemán Gunther Henerici y el diseñador su compatriota Lutz “Luigi” Colani, una de las grandes estrella de la industria internacional del diseño de aquellos años.
Amante de los desafíos, Colani aceptó la propuesta de meterle mano a un chasis March 721 y transformarlo en el Eifelland 21, que enseguida llamó la atención por sus formas radicales, que luego cambiaron en beneficio de la performance.
El singular monoposto, que solo compitió en ocho Grandes Premios de 1972 con el alemán Rolf Stommelen como piloto, nació en el castillo de Harkotten, en Münsterland, Westfalia. Aquel era el taller y centro de diseño de Colani, que había logrado mucha fama por sus creaciones futuristas que incluían muebles, electrodomésticos y, por supuesto, concept-cars.
Todos ellos tenían algo en común: el exceso de formas redondeadas. Esto era parte de lo que Luigi definía como Biodinámica y que tenía como inspiración la forma de nuestro planeta.
“La Tierra es redonda, todos los cuerpos celestes también lo son; todos se mueven en órbitas circulares o elípticas… Nos despertamos incluso en presencia de formas redondas relacionadas con el erotismo y la propagación de la especie. ¿Por qué debo unirme a la desviación de la masa que quiere hacer todo angular? Voy a seguir la filosofía de Galileo Galilei. ¡Mi mundo, también es redondo!”, solía decir el diseñador.
Nacido en 1928, Colani se formó como escultor antes de estudiar aerodinámica en la Sorbona. A principios de los ’50 fue contratado por McDonnell Douglas para trabajar en el departamento de nuevos materiales y poco después desembarcó en la industria automotriz de la mano de Simca.
Su ingenio le permitió a la marca lograr muchos éxitos en carreras de larga distancia y eso le abrió las puertas a otras empresas como Fiat, Alfa Romeo, Lancia, Volkswagen, y BMW, para la que creó el pequeño BMW 700 considerado como el primer automóvil deportivo monocasco del mundo.
Su reputación en la industria lo animó a crear el Colani GT basado en un VW Escarabajo y que trascendió por ser el primer kit car del mundo fabricado en serie (vendió 1.700 unidades).
Cuando Colani aceptó la propuesta de Henerici tenía muchísimo prestigio. Sin embargo, parte del paddock lo destrató por su singular creación, que causaba risas entre los encumbrados creadores que había en la categoría. Es que el Eifelland 21 estaba lejos de parecerse a un F.1 propiamente dicho.
La primera versión del monoposto contaba con una trompa elevada en forma de “bandeja de té”. Además, usaba los radiadores laterales expuestos y una entraba el aire en la zona del habitáculo que pasaba alrededor del cockpit hasta llegar al motor. También llamaba su atención un curioso retrovisor central ubicado sobre un pilar en la parte superior de la trompa y muy por arriba de la cabeza del conductor.
El Eifelland 21, apodado como La ballena, jamás anduvo pese a que se cambiaron algunos aspectos del diseño original con el fin de lograr una mayor eficiencia aerodinámica, hasta se probó un alerón trasero integrado a la carrocería. Si bien el chasis 721 original tampoco se destacaba por su competitividad, muchos le adjudicaron al propio Colani el fracaso del auto.
La aventura del creador alemán duró poco. Después de unas cuantas carreras en las que Stommelen hizo lo que pudo (sus mejores resultados fueron un par de décimos puestos en los GP’s de Mónaco y Gran Bretaña), Henerici vendió su empresa y el equipo Eifelland pasó a mejor vida…
Para Colani la F.1 fue un proyecto más que no terminó como el hubiese querido, como lo demostró años más tarde creando bocetos y incluso un F.1 futurista en el que predominan las formas redondas, obviamente, y que en la actualidad suele formarte parte de las muestras que le rinden tributo.
“¡Estoy 20 años adelantado, mamma mia! La gente necesita al menos 20 años para alcanzar mi nivel que yo tener en este momento!”, solía decir.
Aquel traspié del Eifelland 21, por así decirlo, jamás lo detuvo. Luigi Colani siguió con su prolífera labor como diseñador industrial con creaciones originales y exitosas, como la cámara fotográfica Canon T90, y recibió infinidad de reconocimientos hasta su muerte en 2019.
LAS CREACIONES DE LUIGI COLANI