Jim Clark era el único hijo varón de un granjero y durante buena parte de su adolescencia cuidó sus ovejas, sin más objetivo que seguir con la costumbre familiar. Pero el día que Alec Calder, piloto y esposo de Matty, la mayor de sus cuatro hermanas; lo llevó a ver una carrera en Chaterhall aquel muchachito nacido el 4 de marzo de 1936 en Kilmany (Escocia) se dio cuenta que había descubierto su verdadera pasión: correr en autos.
El joven Jim se enfrentó a la resistencia en sus padres, que no querían saber nada con la idea de que su único hijo varón arriesgara la vida. Por eso junto con su amigo Ian Scott-Watson, a quien había conocido en un club de granjeros de Edington, viajó al norte de Escocia para participar de algunas competencias.
Cuando Scott-Watson se dio cuenta que Jim era casi tres segundos más rápido que él en todos los circuitos, lo convenció de que se dedicara profesionalmente, a pesar de la propia reticencia de Clark, envuelto en su humildad y sencillez.
Finalmente, Jim le hizo caso a Ian e ingresó al equipo Border Reivers para correr con autos de turismo. Con un Jaguar Type D ganó 12 de las 20 carreras disputadas en 1958… La campaña de Jim Clark había empezado.
En 1959 se subió por primera vez a un monoplaza en Brands Hatch para probar un Fórmula 2, siempre con el equipo Border Reivers. Entre los que vieron aquel test en el circuito inglés estaba Colin Chapman, el fundador de Lotus. “Quedé muy impresionado con la forma en que condujo el coche. Era firme, consistente y, básicamente, muy competente”, contaría el diseñador inglés años más tarde.
Chapman ya lo había tentado a Clark, pero el escocés tenía un preacuerdo con Aston Martin para llegar a la Fórmula 1. Al caerse el arreglo con la casa de Gaydon, Colin inmediatamente reclutó al escocés para sumarse a Lotus en 1960 para correr en Fórmula Junior y Fórmula 2.
Su enorme éxito en esas categorías promocionales lo catapulto en esa misma temporada a la Máxima. Debutó en el Gran Premio de Holanda, que debió abandonar con problemas en la transmisión.
Antes de llegar a lo más alto en el Mundial, Clark vivió un momento de gran angustia. En el Gran Premio de Italia de 1961, su 13ª carrera en F.1, un toque con Wolfgang Von Trips en la recta posterior a la Parabólica derivó en un tremendo accidente en el que murieron el piloto alemán y 14 espectadores. Clark cayó en una gran depresión por lo ocurrido y hasta pensó en abandonar el deporte.
Cada tragedia que envolvía a una competencia lo golpeaba muy fuerte y debía ser consolado y animado por sus allegados para poder volver a acelerar a fondo con un coche de carrera.
Bastante le había costado recuperarse del Gran Premio de Bélgica de 1960, en su segunda participación en la Máxima. Durante los ensayos de Spa-Francorchamps se accidentaron Stirling Moss (se fracturó ambas piernas) y Mike Taylor (quien no volvería a correr). Y en la carrera hubo dos muertes: Alan Stacey (le pegó un pájaro en la cabeza cuando marchaba sexto a 190 km/h) y Chris Bristow (volcó en la zona de Malmedy, salió despedido del Cooper y cayó sobre una cerca de púas que lo decapitó). “De haber visto el accidente de Stacey no hubiera corrido nunca más”, juró Clark, quien odiaba Spa. Y eso que allí ganó cuatro veces…
Después de Monza ‘61, el escocés viajó a Sudáfrica en el invierno europeo y ganó tres de las cuatro carreras que disputó fuera del calendario de F.1. En 1963 llegaría la primera de las dos coronas de Clark -que ya se había ganado con justicia el apodo del Escocés Volador- con siete triunfos en diez fechas (además escaló otras dos veces al podio) y repetiría en 1965, año en el que también venció en las 500 Millas de Indianápolis.
Clark siempre logró sacar lo mejor de cada auto y se adaptaba rápidamente a cualquier cambio. “Por lo general era capaz de hacer un arranque muy rápido para salir al frente y desmoralizar a sus rivales. A partir de ese momento cuidaba el coche y sus energías y le era suficiente para ganar la carrera”, lo describió Chapman.
En 1968, Clark arrancó con un triunfo en Sudáfrica y era gran candidato para lograr su tercer título… Pero todo se cortó repentinamente el 7 de abril. El escocés intercalaba carreras de Fórmula 2 a su actividad de Fórmula 1. Y fue justamente en una cita de F.2 en Hockenheim donde se despistó con un Lotus y se estrelló contra los árboles. La muerte fue inmediata. Tenía 32 años…
Al momento de su fallecimiento, tenía el récord de triunfos mundialistas (25) y pole position (33). En su lápida, en el cementerio de Chirnside, Escocia, dice, primero que nada: “Granjero”, como él siempre se describió.
LA HAZAÑA EN MONZA
El Gran Premio de Italia de 1967 fue una demostración de la brillantez que tenía Clark. El escocés partió desde la pole y vencía con comodidad, hasta que en la novena vuelta empezó a perder rendimiento de su Lotus-Ford por una goma pinchada. Obligado a ingresar a boxes en el 14º giro, el bicampeón volvió en el 15º lugar y con una vuelta perdida. Comenzó a girar un segundo más rápido que los tiempos de punta y en la vuelta 24 ya estaba dentro del giro de los líderes. Su andar infernal lo llevó a conseguir marcas similares a las de clasificación. En el giro 61 Clark había llegado a la punta otra vez, histórico. Claro, tanto estrujó su Lotus que en la última vuelta se quedó sin nafta y cruzó la meta tercero, con el envión, detrás de John Surtees y Jack Brabham.