El Gran Premio de Estados Unidos de 2005 quedó marcado en los anales de la historia de la máxima categoría como uno de los eventos más controversiales y singulares de la categoría. Fue una jornada en la que la seguridad, la rivalidad entre fabricantes de neumáticos y las decisiones de la Federación Internacional del Automóvil se entrelazaron en una carrera que dejó una huella imborrable.
La novena carrera de la temporada, que se llevó a cabo en el circuito mixto del Indianápolis Motor Speedway, presentó un desafío inesperado para los equipos y pilotos. De los veinte autos en competencia, solo seis, pertenecientes a Ferrari, Minardi y Jordan, estaban equipados con neumáticos Bridgestone. Los catorce restantes montaban neumáticos Michelin.
La polémica comenzó a surgir debido a múltiples fallas en las gomas francesas durante las prácticas y la clasificación. La situación alcanzó su punto crítico cuando el alemán Ralf Schumacher (Toyota) sufrió un grave accidente atribuido a un fallo en los neumáticos. Ante este panorama, Michelin advirtió a los siete equipos que utilizaban sus compuestos que no eran seguros para la carrera.
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El problema se agravó debido a las reglas establecidas para el campeonato de 2005, que prohibían el cambio de neumáticos durante la carrera. Además, el reciente repavimentado del circuito aumentó el desgaste de las gomas, creando una situación crítica.
La FIA rechazó una propuesta de Michelin para modificar el trazado de la curva del óvalo con una chicana delimitada con conos, argumentando que esto sería injusto con los equipos equipados con neumáticos Bridgestone. La FIA también mencionó el riesgo de cambios de último minuto en caso de accidente, lo que llevó a los equipos Michelin a tomar una decisión drástica.
Al inicio de la carrera, los veinte monoplazas se alinearon en la parrilla siguiendo el procedimiento de la FIA. Sin embargo, al encenderse las luces verdes para la vuelta de formación, los equipos con neumáticos Michelin ingresaron a los garajes en la curva 13, dejando solo a los equipos con Bridgestone en la parrilla.
El alemán Michael Schumacher (Ferrari) se coronó como el ganador inesperado de esta carrera sin precedentes. Este resultado tuvo un impacto significativo en el campeonato de pilotos y constructores, alterando las estadísticas y cambiando el rumbo de la temporada.
El público mostró su enfado por el vergonzoso espectáculo ofrecido por la F.1 arrojando objetos a la pista y abucheando a los pilotos. Además, el periodismo cuestionó si se volvería a celebrar un Gran Premio de Estados Unidos.
Más allá de lo sucedido, la carrera se mantuvo en el calendario en 2006 y 2007, respetando la extensión del contrato. No obstante, tras finalizar le convenio la F.1 no volvió a suelo estadounidense hasta 2012, aunque en el Circuito de las Américas en Austin.