Solo 23 años tenía Lord Thomas Alexander Fermor Hesketh cuando desembarcó en la Fórmula 1 con el Hesketh Racing. Es que en los ’70, la máxima categoría era muy distinta a la de hoy en día y permitía que entusiastas como este joven aristócrata tuviesen su propio equipo.
El desembarco de Lord Hesketh en el automovilismo ocurrió en 1971 por insistencia de su amigo Anthony “Bubbles” Horsley, quien había decidido volver a competir en la Fórmula 3 como lo había hecho años antes con Frank Williams. “Estaba interesado en los autos, pero no particularmente en el deporte motor a pesar de que tenía al circuito de Silverstone a solo tres millas de distancia”, reconoció años después el propio Hesketh.
El equipo se instaló en Easton Neston, la fabulosa propiedad de Hesketh, en un establo construido en 1702. Allí se terminó de alistar un Dastle Mk9 construido en un granero por un ingenioso mecánico. Horsley lo corrió algunas carreras, pero rápidamente perdió el entusiasmo al darse cuenta que no era competitivo.
El auto, que Bubbles conducía de tanto en tanto, pasó a manos de un tal Steve Thompson y luego se sumó otro muchacho de 25 años al equipo que tenía más experiencia y una fama no muy buena por la gran cantidad de accidentes que había protagonizado. Le decían “Hunt the Shunt” (shunt es un término británico que significa accidente) y su nombre era James… James Hunt.
Con Hunt como piloto, el Hesketh Racing se destacó en la F.3 y también en la Fórmula 2, categoría en la que corrió con un chasis Surtees TS14B y con un March 731 modificado por Harvey Postlethwaite, ex ingeniero de March a quien Hesketh había contratado.
La aventura en la Fórmula 2 duró muy poco. Para Le Patron, como sus amigos solían llamar a Hesketh, las carreras eran muy costosas y poco redituables. Le pareció que lo mejor para el equipo era competir en la Fórmula 1. “Nos dimos por vencidos en la Fórmula 2 y pasamos a la Fórmula 1, lo que parecía ser más fácil. Nunca pudimos entender por qué, pero lo era”.
Así llegó el debut en el Gran Premio de Mónaco de 1973. “Fuimos a Mónaco para nuestra primera carrera de F.1. Éramos pequeños en comparación al resto de los equipos. Teníamos un camión de transporte Bedford TK de dos ejes, mientras que todos los demás tienen estos enormes camiones y vehículos de apoyo y todo lo demás”.
Con el March 731, Hunt finalizó noveno en el callejero de Montecarlo. Al estreno le siguieron el GP de Francia, donde el inglés fue sexto; el GP de Gran Bretaña, que lo vio en el cuarto lugar; el GP de Países Bajos, donde llegó tercero; y el GP de Estados Unidos, en el que terminó segundo.
Esos buenos resultados hicieron que todos en el paddock de la F.1 hablaran del Hesketh Racing y James Hunt. Pero no solo por lo que hacían dentro de la pista, sino también por sus fiestas luego de las carreras que incluían caviar, langostas y mucho champagne.
Hunt no solo había impresionado por su talento y velocidad, sino también por la leyenda que tenía en su buzo y que era toda una declaración del equipo regenteado por el joven aristócrata: “Sexo, el desayuno de los campeones”…
La extravagancia del team se coronó con su extraño logotipo: un oso de peluche con un casco. “Surgió por una razón muy simple. El primer auto es azul con rayas. El segundo coche era blanco con rayas rojas y azules y ninguno de ellos funcionaba. Así que puse esa franja diagonal roja, blanca y azul, pero necesitábamos algo como logotipo. Intentamos con un símbolo heráldico, pero recibimos muchas críticas de personas como la BBC. Entonces pensé, bueno, hagamos una parodia y veamos qué sucede. Alguien tenía una postal de un oso de peluche. Así que le puse un casco protector con una Union Jack”.
La de 1974 no fue una buena temporada Hesketh Racing: Con el Hesketh 308 creado por Postlethwaite, Hunt abandonó en nueve de las 15 carreras. No obstante, se dio el gusto de subir al tercer escalón del podio en los GP’s de Suecia, Austria y Estados Unidos.
Pero lo mejor estaba a la vuelta de la esquina. El torneo de 1975 fue el mejor en la corta historia de Hesketh. Hunt fue segundo en los GP’s de Argentina, Francia y Austria y ganó en Países Bajos. El equipo y su piloto terminaron cuartos en sus respectivos campeonatos.
Ya por esos años las grandes empresas veían a la Fórmula 1 como un escaparate. Sin embargo, Hesketh Racing parecía desistir de lucir patrocinadores y sus autos se destacaban en la grilla por su inmaculado blanco junto a los colores de las banderas de Inglaterra, en honor a su padre; y Escocia, en tributo a su madre.
En parte porque Lord Hesketh seguía el mandato del Royal Automobile Club, que les recomendaba a los equipos británicos no poner publicidades en sus autos, aunque podían colocar los logos de los socios técnicos en un sector de 26 pulgadas cuadradas. Y por otro lado porque su equipo había tomado tanta trascendencia que espantaba a las marcas…
“En 1975 me reuní con Texaco y Phillips Morris en el mismo día en Nueva York. Al momento de esas reuniones habíamos aparecido en las portadas de Sports Illustrated y Paris Match. ‘Nos encanta, pero el problema es que el equipo es más grande que el producto’, me dijeron. Éramos una celebridad demasiado grande. Sé que suena completamente extraño, pero en realidad esa es la historia. Ahora te pagan una gran fortuna si apareces en los periódicos. En ese momento, hace 50 años, eso se consideraba un alejamiento de la marca. Por eso no pudimos conseguir dinero”.
Obviamente, la falta de patrocinadores tuvo su costo. Lord Hesketh tuvo que apartarse del equipo debido a que su fortuna había menguado considerablemente, algo que empeoró con el tiempo debido a algunos malos negocios. Tras aquel buen torneo, Hesketh decidió retirarse y dejó todo en manos de Horsley, que poco pudo hacer en los años siguientes pese a conseguir patrocinadores como la revista Penthouse y Olympus.
Sin Lord Hesketh respaldando el proyecto, Hunt se marchó en 1976 a McLaren para reemplazar al brasileño Emerson Fittipaldi. La decisión fue la correcta: se consagró campeón tras una durísima batalla con el austríaco Niki Lauda (Ferrari)…
El legado de Lord Thomas Alexander Fermor Hesketh en la Fórmula 1 es innegable. A pesar de su corto paso por la máxima categoría, su pasión y determinación para crear su propio equipo y competir contra los mejores del mundo son un testimonio de su espíritu indomable. A 50 años de su debut, muchos aún recuerdan con cariño y admiración a ese joven aristócrata que soñó en grande y llevó su pasión por los autos a la cima del automovilismo.