El 11 de abril de 1993, el brasileño Ayrton Senna consiguió una de sus victorias más memorables. Fue en el circuito inglés de Donington Park, escenario del Gran Premio de Europa de Fórmula 1, con la lluvia como gran protagonista.
La cosa no pintaba favorable para Senna, que esa temporada contaba con un McLaren no tan contundente como en los años anteriores. En la clasificación había quedado cuarto y todo parecía indicar que el francés Alain Prost y el inglés Damon Hill, los pilotos de Williams, dominarían con absoluta comodidad. Pero el mal clima se convirtió en un gran aliado para el tricampeón, que siempre se destacó sobre la pista húmeda.
En la largada, realizada bajo una lluvia torrencial, Senna perdió un puesto a manos del austríaco Karl Wendlinger (Sauber) y se colocó quinto en la fila india. Lejos de bajar los brazos, comenzó inmediatamente su recuperación.
Primero superó al alemán Michael Schumacher (Benetton) al llegar a la primera curva mientras Prost y Hill se pusieron al frente del pelotón. Después, en la “S” que le sigue a aquella variante, batió a Wendlinger por afuera como si la adherencia fuese normal. Al llegar a Old Hairpin, Senna quedó tercero y cuando llegó a Cappice superó a Hill con absoluta facilidad.
“Parecían dos carreras: la de Senna, andando como si la pista estuviese seca; y la de los otros, en un piso traicionero”, contó el periodista portugués Francisco Santos en su anuario de la temporada 1993.
Tras quedar en el segundo lugar, el brasileño se puso como objetivo superar a Prost. La persecución terminó en la curva Melbourne. Antes de entrar al sector, el de McLaren frenó más tarde, se puso a la altura del Williams y lo adelantó por el interior. Y como lo pasó, se alejó con un ritmo endiablado.
Senna completó aquella primera vuelta mágica con una ventaja de 4,2 segundos sobre Prost y en la siguiente ya tenía de 6,7 segundos sobre el francés. Finalmente, ganó la carrera con más de un minuto y veinte segundos sobre Hill.
“No lo puedo creer… Al iniciarse el Gran Premio realmente puse todo de mí para tratar de sacarles a los Williams la mayor ventaja antes de que se acomodaran porque ellos son superiores a nosotros y yo presentí que era la mejor táctica. Creo que la diferencia la hice con la pista húmeda y los neumáticos slick”, relató el vencedor en la conferencia de prensa.
El brasileño solo perdió la punta entre las vueltas 35 y 38 de carrera -en manos de Prost- e incluso llegó a sacarle un giro al resto de los competidores, salvo a Hill, que lo recuperó sobre el final.
El equipo McLaren y Senna manejaron muy bien la estrategia de la carrera. En la ronda 18ª entró por slicks (como la mayoría, optó por largar con compuestos ancorizados) y volvió a las gomas para lluvia en la 28ª vuelta. Seis giros más tarde calzó nuevamente slicks y en el 66º puso el último juego para lluvia. ¡Ah! En el 57° circuito pasó por la calle de boxes, pero al no estar su equipo listo, siguió y, además, marcó el récord de vuelta. Su único problema fue una tuerca de la rueda trasera derecha, que se trabó en la segunda detención; y un error por parte del equipo en la presión de las cubiertas para el agua.
Para Prost la historia fue muy similar. Se detuvo dos veces más que Senna (en una se le paró el motor y perdió casi 40 segundos) y en el giro 53 hizo un recambio de slick por slick al creer que una de ellas estaba pinchada. Salvo en las tres vueltas que estuvo en punta, el francés giró entre el segundo y el quinto puesto -de acuerdo con las detenciones del resto- para finalizar tercero.
Hill empleó la misma estrategia. Fue el primero de los dos en detenerse en la vuelta 17, y de ahí en más le aplicaron la ley del segundo piloto… Tuvo que esperar que Prost se detuviera para luego entrar él en cada recambio. Beneficiado por un andar más parejo y una parada menos, el británico subió al segundo escalón del podio.
Lo cierto es que aquél lluvioso domingo inglés, Ayrton Senna demostró que con su talento también era capaz de hacer arte manejando un Fórmula 1.