Enzo Ferrari no se andaba con chiquitas cuando consideraba que él tenía la razón. Eso lo demostró sobre el final de la temporada de 1964 de la Fórmula 1 cuando tomó una drástica decisión como venganza por la postura que había mostrado el Automóvil Club de Italia durante el proceso de homologación de la Ferrari 250 LM para carreras de resistencia.
En aquellos años el reglamento les exigía a los fabricantes producir una cantidad mínima de vehículos para conseguir la homologación. Pese al empeño de las marcas no siempre cumplían con la exigencia.
Ferrari, justamente, ya había tenido un susto en 1962 con la 250 GTO. Según crónicas de la época cuando los funcionarios de la Federación Internacional del Automóvil visitaron la fábrica para hacer el recuento de los coches la cantidad era insuficiente, pero esto se disimuló ingeniosamente: durante una pausa para el café varios coches se cambiaron de lugar para que fueran contados dos veces…
Sin embargo, con la 250 LM no se pudo hacer ninguna picardía. Cuando los miembros de la FIA visitaron Maranello y verificaron que Ferrari no cumplía con el requisito obligatorio le bajaron el pulgar al prototipo.
Il Commendatore esperaba que ACI actuara a su favor, pero el ente fiscalizador de la península no lo respaldó. Esto no hizo más que enfurecer a Ferrari, que decidió vengarse de una manera especial: dijo que no volvería a utilizar en sus F.1 el “rosso corsa” que identificaba a los equipos italianos y, además, le devolvió su licencia al ACI.
Así, de buenas a primeras, la Scuderia Ferrari dejó la F.1 cuando al campeonato aún le quedaban los Grandes Premios de Estados Unidos y México y estaba en plena lucha por el título con el inglés John Surtees.
Pero Don Enzo tenía un as en la manga: el North American Racing Team. El equipo era propiedad del ex piloto italiano Luigi Chinetti, importador estadounidense de Ferrari y quien ya había cosechado múltiples éxitos con coches de la marca en Norteamérica.
Fue así que para aquellas dos últimas carreras del certamen el NART, que ya había tenido esporádicas participaciones en la F.1, tomó la posta de la Scuderia Ferrari y presentó como pilotos a Surtees y al italiano Lorenzo Bandini con las mismas Ferrari 158 que habían usado hasta el GP de Italia, pero pintadas de blanco y azul.
Estas modificaciones de último momento no influyeron para nada en el rendimiento de Surtees. Terminó segundo en Watkins Glen detrás del inglés Graham Hill (BRM), quien con esa victoria se mantuvo al tope de la tabla de posiciones con cinco puntos de ventaja sobre el ahora piloto de NART.
Así fue que el título se decidió en el Autódromo de la Ciudad de México. A diferencia de lo sucedido en suelo estadounidense, Hill no contó con un auto tan competitivo. Largó sexto y finalizó undécimo. Surtees, en cambio, tuvo un mejor rendimiento: llegó segundo después de partir cuarto y se quedó con el cetro con un punto de ventaja sobre su rival.
Enzo Ferrari se sintió satisfecho con su “vendetta” y al año siguiente la Scuderia Ferrari “volvió” a la F.1 para seguir acrecentando su leyenda.