El 17 de mayo de 1981 la Fórmula 1 cumplió con su quinta fecha del año, el Gran Premio de Bélgica con el circuito de Zolder como escenario. El argentino Carlos Reutemann llegó a este compromiso con la necesidad de ganar para seguir al frente del campeonato y mantener así la ilusión de lograr su primera corona en la categoría.
Reutemann había encarado su segunda temporada en Williams con optimismo después de haber terminado en el tercer lugar el torneo de 1980 que había visto como campeón a su compañero australiano Alan Jones.
El santafesino comenzó el año con el segundo lugar en el Gran Premio de Estados Unidos, escoltando justamente a Jones. Ganó el Gran Premio de Brasil, pese a que su escudería le había pedido que le dejara la primera posición a su coequipier. En el Gran Premio de Argentina llegó segundo y con ese resultado se convirtió en líder del torneo en solitario.
El tercer lugar obtenido en el Gran Premio de San Marino le permitió conservar el liderazgo del certamen con tres unidades de ventaja sobre el brasileño Nelson Piquet (Brabham), que a esa altura ya se había postulado como el otro favorito después de sus triunfos consecutivos en Buenos Aires e Imola.
Indudablemente, Reutemann requería de un buen resultado en Zolder para defender su posición de honor. Pero el fin de semana no comenzó bien ni para el argentino, ni para la Fórmula 1…
Cuando Lole salía de los boxes hacia la pista en medio de la clasificación del viernes atropelló a Giovanni Amadeo, un mecánico del equipo Osella. El muchacho de 21años quedó mal herido producto de múltiples fracturas en el cráneo y murió al día siguiente del Gran Premio.
“Me di cuenta que algo raro había pasado y enseguida me detuve y vi al muchacho tirado… Una de las piernas de él tocó la rueda delantera y trasera mía, cayó y golpeó la cabeza contra el cordón”, contó el santafesino en aquel momento antes de enfatizar que la culpa de lo sucedido lo tenía el propio trazado, “que no reúne las condiciones reglamentarias de la calle de boxes”.
Indignados por la falta de seguridad en los circuitos, los pilotos emitieron el segundo día de actividad un duro comunicado exigiendo una pronta reunión en la Federación Internacional del Deporte Motor (FISA) para arreglar el problema. “De nada vale la campaña del presidente de la FISA, el francés Jean-Marie Balestre, si no se soluciona la lamentable falta de seguridad de algunos circuitos”, dijeron los corredores.
Con la luz de alarma encendida, 14 pilotos y varios mecánicos protestaron el domingo cinco minutos antes de la largada de la carrera para pedir más controles de seguridad. Reutemann, que largaba desde la pole, prefirió no sumarse al reclamo. “Entiendo y apoyo sus pedidos, pero no me parece oportuno el momento de expresarlos porque antes de largar estamos todos muy tensionados”, dijo.
Irónicamente, solo unos minutos después de este último pedido, David Luckett, mecánico de Arrows, salvó su vida de milagro. El italiano Riccardo Patrese, uno de los pilotos del equipo inglés, no pudo arrancar su auto en la grilla de partida.
Patrese, que ocupaba el cuarto cajón de la parrilla, levantó los brazos para señalizar que no estaba en condiciones de largar y Luckett fue en su auxilio. En el preciso momento en que llegó al auto, se dio la orden de inicio. Algunos pudieron esquivar el vehículo del italiano, pero no sucedió lo mismo con su compañero y compatriota Sigfried Stohr, que le pegó de lleno Luckett, que estaba detrás del auto de Patrese. El mecánico solo sufrió la fractura de sus piernas.
En la segunda y definitiva partida el francés Didier Pironi (Ferrari) largó mejor y le arrebató el primer lugar a Reutemann. El galo se mantuvo firme adelante con el argentino como su escolta hasta que una complicada décima vuelta le hizo perder dos posiciones al santafesino.
Los giros siguientes fueron intensos entre Pironi, Piquet, Jones y Reutemann hasta que los pilotos de Williams se convirtieron en los únicos con opciones de ganar después del despiste de Piquet, provocado por un toque de Jones; y una pasada en un frenaje de Pironi, que le permitió a sus rivales superarlo.
Jones lideró durante siete vueltas, pero un problema en la caja de cambios lo obligó a abandonar. Reutemann tomó la punta y se fue derecho al triunfo. Ganó con más de 36 segundos de ventaja sobre el francés Jacques Laffite (Ligier); mientras que tercero arribó el inglés Nigel Mansell (Lotus).
Toda la situación vivida en la previa de la carrera hizo que el argentino no festejar la victoria. “¿Alegría? ¿Cómo puedo alegrarme? ¿Cómo puedo estar feliz? Con todo lo que ha pasado… El accidente en la largada, el incidente serio, muy serio del viernes… Y esta locura que se ha apoderado de la Fórmula 1. Quiero irme a mi casa; quiero estar tranquilo, olvidarme de todo esto”, dijo Carlos Reutemann, sin saber que después de aquel 17 de mayo de 1981 ni él ni otro compatriota volverían a subir al escalón más alto del podio de un Gran Premio.
