“¿Qué hace éste en una novela? Este chabón tiene otro piné”, pensó Juan Palomino cuando vio por primera vez a Pappo en el set de filmación de Carola Casini, aquella serie de Pol-Ka que irrumpió en los hogares de la Argentina en 1997 con Araceli González y el propio Palomino como protagonistas.
Aquel primer encuentro terminó con una singular charla en el estacionamiento del autódromo de Buenos Aires, lugar del rodaje. “¿Vos andás con eso…”, le preguntó el músico. “Sí, es una Honda Shadow; es lo que hay…”, le contestó el actor. “Hmmm. Shadow. Honda. Japón”, retrucó el Carpo a modo de desaprobación. Al otro día, Pappo puso las cosas en orden: dejó que Palomino estacionara su Shadow y él apareció con su Harley: “¡Harley-Davison. Estados Unidos. Moto”, disparó con su particular voz. Desde ahí ambos se hicieron inseparables.
En aquella exitosa tira, Pappo interpretó a Enrique Angelozzi, el mecánico amigo de Carola (Araceli González). Su actuación fue tan buena que fue nominado como Revelación en los premios Martín Fierro.
Durante la grabación, la relación entre el músico y Palomino se afianzó. Al punto que el actor, que en ese momento estaba pasando por un mal momento en su vida sentimental, fue “adoptado” por el rockero. “Vos necesitás familia loco, necesitás vieja, necesitás comida. Te venís conmigo a casa”. Y así fue que, periódicamente, Juan pasaba días enteros en la casa de la calle Artigas, en La Paternal.
Cuando terminó la tira el vínculo continuó y en mucho tuvo que ver la pasión que ambos sentían por los fierros y, en especial, por el automovilismo. Pappo corría cada vez que podía y que tenía el dinero para hacerlo. Ya había pasado por zonales y hasta el Club Argentino de Pilotos, donde tuvo más continuidad. Juan pasó su infancia en Perú y, como todo niño, creció a la sombra del Rally Caminos del Inca, la competencia madre del automovilismo peruano. Ya de grande llegó a correr el Inka Rally en una moto.
El entusiasmo los llevó a competir juntos y así fue que el 28 de febrero de 1998, en el autódromo de La Plata, los dos se encontraron dentro del habitáculo de una Chevy de Supercart. Largaron 14° y llegaron en un digno 10° puesto. “Yo estaba tan feliz que comencé a llorar. Norberto me vio, me bajó la visera del casco y me dijo, ‘vos llorá tranquilo que yo atiendo a los periodistas’. Fue una experiencia muy emotiva”, le afirma Palomino a Automundo.
La idea de los amigos era disputar varias carreras. Hicieron un par más en el Supercart y después se le animaron al TC Pista, pero la experiencia duró lo que un suspiro por falta de apoyo económico.
“Si tengo que definir la relación que tenía Norberto con la velocidad diría que era como el hermano mayor de Meteoro… Un hombre apasionado por el aroma del las carreras, apasionado por el viento que produce la velocidad, por el sonido de la caja de cambios que se asemejaba al riff de una guitarra”, reflexiona Juan sobre el padrino de Aaron, su hijo. “Seguramente si hubiese corrido más seguido, habría tenido la posibilidad de ser un gran piloto. Pero como gran músico que era se permitía estos espacios de experimentación donde el cuerpo y el alma se traducían en su otra pasión: el automovilismo”.
El 25 de febrero de 2005 Norberto Napolitano nos dejó para siempre. Pero testimonios como el de Juan Palomino sirven para darnos cuenta que detrás de su guitarra también había un piloto.