El Turismo Carretera nació, creció y se desarrolló en la ruta. Su rica historia se forjó en duelos históricos en caminos públicos con habilidosos pilotos que se jugaban la vida -literalmente- en cada carrera. Pero el tiempo pasó y la necesidad de hacer que las competencias fuesen más seguras para sus protagonistas y el público obligaron a la categoría a instalarse definitivamente en los autódromos. El adiós a las cupecitas a fines de la década de 1960 fue el primer gran cimbronazo que protagonizó el TC y, sin dudas, el adiós a las competencias en ruta tres décadas después fue el otro golpe difícil de superar.
Cada carrera en un semipermanente se había convertido en un peligro galopante por la falta de seguridad. Por ese motivo la categoría comenzó a meterse cada vez más en los autódromos y tenía apenas algunas citas en ruta. Hasta que en 1997 se disputó sólo una: la del semipermanente en el Triángulo del Tuyú, en Santa Teresita.
En aquel fin de semana ya se olía la posibilidad de que no volviera a visitarse el trazado rutero que transitaba por la RP11 (conocida también como la Interbalenaria por unir diferentes puntos de la Costa Atlántica). De hecho, por esos días Juan María Traverso, Tito Delconte y Juan Deambrosi, entonces presidente de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC), se habían reunido con los dueños de varias hectáreas en la zona de General Lavalle, bien cerquita de la rotonda de Mar de Ajó, para tratar la posibilidad de construir allí un autódromo, algo que finalmente ocurrió.
Así, aquella cita de Santa Teresita quedó en la historia como la última en ruta. Fueron 60 años de tradición, de asados al costado del camino, del público llegando en masa a la madrugada para ubicarse en el mejor lugar… Fue un golpe a la esencia, aunque lógico y necesario para evitar los accidentes fatales. Mucho influyó en la decisión las muertes de Roberto Mouras de 1992 en Lobos y de Osvaldo Morresi en 1994 en La Plata.
Aquel 16 de febrero de 1997, Eduardo Ramos tuvo el honor de anotarse como el último vencedor en un semipermanente. Parecía que la victoria sería para Roberto Urretavizcaya, pero Tito castigó mucho su auto golpeando los pianos y rompió la cubierta delantera derecha. Lalo heredó la punta en los tiempos y luego superó a Omar Martínez para también mandar en la pista y lograr así el triunfo.
De esta manera, Ramos continuó con su buena racha ya que había ganado la última fecha del torneo 1996 en Balcarce en medio de una polémica porque se sospechaba que había utilizado una caja de velocidades de cinco marchas (que iba a ser homologadas a partir de 1997) en lugar de la habitual de cuatro.
Por todo eso, el de Mechongué aprovechó este éxito para hacer su descargo: “Le dedico este triunfo a aquellos que dijeron que en Balcarce gané con otra caja. A ellos les digo que hoy gané con una de cuatro velocidades… Yo no hice trampa, pero hubo gente que me quiso ensuciar y no sé por qué”.
El ex campeón, que debutó de la mejor manera en el equipo de Juan Forciniti utilizando el Falcon que en la temporada anterior habían corrido Oscar Fineschi y Walter Hernández, afirmó sobre la competencia: “En mi serie rompí el diferencial y no había mucho tiempo para la Final. Por ello debí cambiar la relación. Hice toda la carrera a fondo pese a que el cambio de multiplicación era un riesgo”.
La fiesta de Ford se completó con el segundo lugar de Martínez, que se recuperó de un despiste en un retome. Mientras que Traverso completó el podio y estrenó con un gran resultado el “1” logrado el año anterior. Además, el Flaco salvó el honor de los Chevrolet ya que los otros referentes “chivos” no tuvieron suerte: Guillermo Ortelli abandonó por un problema en el motor, Fabián Acuña tuvo un mal debut con la marca tras desertar por una falla eléctrica, Emilio Satriano penó con el chasis y Luis Minervino fue víctima de un impulsor poco confiable.
Hoy el Triángulo del Tuyú ya es un recuerdo. Luego de aquella prueba que ganó Ramos la ACTC decidió no hacer más carreras en ruta debido a la inseguridad de ese tipo de semipermanentes y a la evolución técnica a la que había llegado la categoría.
Los románticos dicen que aquel 16 de febrero de 1997 se perdió para siempre la esencia de la categoría; otros -los más optimistas- que ese domingo el TC comenzó a escribir un nuevo capítulo en su rica historia.