En los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 el atleta estadounidense Jesse Owens se metió en la historia del deporte al ganar cuatro medallas de oro en las pruebas de 100 m, 200 m, salto de longitud y la carrera de relevos 4 × 100 m. Con esos triunfos el joven moreno de 23 años dejó en claro que la raza aria no era superior como quería hacerle creer al mundo Adolf Hitler, líder y canciller imperial de Alemania. No había pasado un año de esa hazaña cuando Estados Unidos se preparaba para uno de sus grandes eventos deportivos: la Copa Vanderbilt, carrera internacional creada por el acaudalado William Kissam Vanderbilt II en 1904…
Vanderbilt, que había disputado varias competencias en Europa, se había inspirado en Gordon Bennett, dueño del New York Herald estadounidense y del International Herald Tribune parisino, quien había creado la Copa Gordon Bennett de Carreras de Autos cuatro años antes.
A diferencia de la iniciativa de Bennett, que tuvo continuidad hasta 1906; el evento patrocinado por Vanderbilt se mantuvo en el tiempo y logró su objetivo de promover el deporte y la industria automotriz en Estados Unidos a partir de la participación de reconocidos pilotos y equipos de los dos lados del Atlántico.
Su escenario fue cambiando año tras año. Las tres primeras ediciones se realizaron en territorio neoyorquino, primero atravesando el condado de Nassau y luego sobre la Long Island Motor Parkway, la primera carretera para uso de automóviles. También pasó por los estados de Georgia (Savannah), Wisconsin (Milwaukee) y California (Santa Mónica y San Francisco).
La carrera de 480 kilómetros tuvo una pausa de dos décadas entre 1916 y 1935 por la Primera Guerra Mundial y por las consecuencias de la Gran Depresión. La nueva etapa tuvo como mecenas al sobrino de Vanderbilt II, George Washington Vanderbilt III. Mientras que el lugar elegido para esta singular carrera fue el Roosevelt Raceway, un circuito creado a las afueras de Long Island.
El 12 de octubre de 1936 la Copa Vanderbilt volvió a disputarse en una pista muy trabada y repleta de pozos que desató la crítica del medio centenar de participantes. El gran Tazio Nuvolari, con un Alfa Romeo 12C-36 de la Scuderia Ferrari, se quedó con la victoria.
Para el año siguiente se cambió el circuito y se lo hizo más veloz. Por pedido de los competidores europeos también se modificó la fecha: de octubre se adelantó a julio para evitarles contratiempos con los viajes de ida y vuelta en barco. Como coincidió con el GP de Bélgica muchos equipos se desdoblaron y presentaron maquinas en ambas pruebas.
Entre las escuderías que aceptaron el desafío estuvieron nuevamente Ferrari, por Italia; y Auto Union y Mercedes, por Alemania. La otra veintena de teams participantes eran estadounidenses, aunque algunos utilizaban vehículos italianos de Alfa Romeo y Maserati.
Por alguna curiosa razón, los organizadores estadounidenses les pidieron a los alemanes que pintaran la esvástica nazi en sus coches. Algo que Auto Union y Mercedes hicieron con gusto porque ambas marcas contaban con el apoyo financiero del Tercer Reich.
El lunes 5 de julio de 1937 más de 80.000 personas vieron una auténtica exhibición de los ases germanos Bernd Rosemeyer, sobre un Auto Union Type C; y Rudolf Caracciola, con un Mercedes W125. Ambos lucharon intensamente por la victoria, alternándose la punta en varias oportunidades.
Cuando promediaba la carrera se sumó a la disputa inglés Richard Seaman, muy admirado por Hitler y que corría para Mercedes. El británico lideró durante cinco vueltas, pero no pudo contener a Rosemeyer, que tomó el mando en el giro 47 y recibió primero la bandera de cuadros luego de completar las 90 rondas de la competencia.
Fue doblete para Alemania ya que segundo terminó Seaman, que llegó a 50 segundos del ganador. El podio lo completó el estadounidense Rex Mays con un Alfa Romeo del equipo Bowes Seal Fast.
Al llegar a su país Rosemeyer fue recibido como un héroe. El Führer lo condecoró y lo ascendió a capitán de la SS. La Alemania nazi había tenido su revancha…