Si se comparan los 38 años que el inglés Bernie Ecclestone estuvo al frente de la Fórmula 1 con las cuatro temporadas que Chase Carey fue el jefe máximo de la categoría uno podría suponer que hay poco para destacar de la gestión del irlandés, que a partir de 2021 será reemplazado por el italiano Stefano Domenicali. Sin embargo, en ese corto periodo de tiempo logró cosas realmente importantes para el futuro de la especialidad.
Carey se aseguró un lugar en la historia de la F.1 por ser la persona que reemplazó al propio Ecclestone, pero bajo su mandato llevó a la Máxima a otro nivel como para justificar los 4.000 millones de dólares que invirtió Liberty Media en 2016 para comprarle la división al ex team-manager.
A través de Carey, la F.1 fue cambiando poco a poco para estar en sintonía con el mundo de hoy en día. Por eso se modificó el legendario logo por uno más moderno, además se le comenzó a dar relevancia a las redes sociales, incrementando las comunidades de Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y hasta Twitch, para llegar a más personas y captar un público joven, algo que Bernie jamás tuvo en cuenta.
También le dio una vuelta de tuerca a las transmisiones. No solo mantuvo la comercialización de los derechos a diferentes cadenas, sino que creó una propia señal para vender directamente su servicio a los fanáticos a través de una interesante plataforma de streaming a la que se bautizó como F1 TV.
En esa búsqueda constante de llevar al Mundial a un público masivo se cerró trato con Netflix para producir una serie basada en el backstage del campeonato. Drive to survive tuvo tanto suceso que Mercedes y Ferrari, que desistieron de participar en la primera temporada; arreglaron su incorporación para la segunda, que también fue todo un éxito.
Carey también negoció acuerdos para que el campeonato vaya a nuevos escenarios, como Vietnam; y que vuelva a lugares históricos, como Zandvoort en Países Bajos. Consiguió alianzas estratégicas como con Amazon Web Services para recabar datos y estadísticas que redundan en una mejorar información para los telespectadores.
Y de la mano de Carey se consensuó un reglamento técnico para 2022 que promete una mayor paridad para ofrecer mejores espectáculos y hasta una distribución de las ganancias más equitativa para todos los equipos a través del nuevo Pacto de la Concordia.
Como si eso fuera poco, bajo su órbita la F.1 le hizo frente de manera estoica al complicado 2020 marcado por la pandemia de coronavirus. Eso no solo incluyó rápidas negociaciones con nuevos escenarios para compensar las diferentes cancelaciones provocadas por el COVID-19, sino que también ayudó a los equipos a palear la crisis financiera derivada por esta situación adelantándoles beneficios futuros. ¡Ah! Y hasta aportó un millón de dólares de su propio bolsillo para la financiación inicial de la campaña #WeRaceAsOne, que tiene como objetivo mejorar la diversidad e inclusión en la especialidad y el automovilismo en general.
Chase Carey, ese hombre del prominente bigote inglés, se encargó darle a la F.1 un perfil empresarial muy distinto a la época de Ecclestone, en la que todo pasaba por sus manos. Suficiente como para decir pocos años, pero buenos.