El lunes 17 de junio de 1907 se inauguró Brooklands, el primer circuito construido para carreras de autos. El predio, actualmente en estado de refacción, está situado en la localidad de Weybridge, en el condado de Surrey, Inglaterra.
La iniciativa fue del inglés Hugh Fortescue Locke-King, un empresario interesado en apoyar la naciente industria automotriz. El objetivo de Locke-King era uno solo: que Brooklands le permitiese a las marcas inglesas de automóviles probar a altas velocidades y así desafiar el liderazgo que tenía Francia. Y en ese contexto, las carreras eran fundamentales.
El propio empresario realizó una demostración el día de la inauguración. Fue con un Itala y alcanzó una velocidad máxima de 144,810 km/h, cuando el promedio en las competencias de aquel entonces no superaba los 35 km/h.
La pista consistía en un óvalo peraltado de 2,75 millas (4.430 metros) de longitud pavimentado con cemento, con dos curvas a la izquierda de alta velocidad y un codo a la derecha. Las instalaciones podían albergar a 287.000 espectadores.
El primer evento automovilístico se realizó el 28 de junio, pero no fue una carrera: fue una prueba de resistencia de un solo vehículo. El australiano Selwyn Edge estuvo 24 horas girando con un Naiper y recorrió 2.531 kilómetros a un promedio de 107,87 km/h.
La primera competencia se hizo el 6 de julio. Se trató de la Montague Cup con un recorrido de 49 kilómetros. La victoria quedó para el inglés J.E. Hutton (Mercedes), quien fue escoltado por el escocés Dario Resta (Mercedes).
Además de batirse varios récords mundiales de velocidad en tierra, Brooklands también fue escenario de los dos primeros Grandes Premio de Gran Bretaña de 1926 y 1927. Para disgusto de Locke-King, ambos quedaron en manos de pilotos franceses. En 1926 ganaron Robert Sénéchal y Louis Wagner, compartiendo la conducción de un Delage 155B; mientras que en 1927 se impuso Robert Benoist con un auto similar.
Brooklands también tuvo otros usos. Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial la Real Fuerza Aérea utilizó sus instalaciones como aeródromo y centro de producción de aviones militares. Mientras que en la década de 1930, la Unión Nacional de Ciclistas británica lo utilizó para organizar competiciones de ciclismo.
En la actualidad el espíritu de Brooklands se mantiene vivo a través de un museo del automóvil y la aviación y con una cena anual de una sociedad que se encarga de mantener vivo el sueño de Locke-King.