En los últimos coletazos de la década de 1940, la maestría automotriz se manifestó de manera extraordinaria a manos de Georges Bigata, cuya familia regentaba un negocio de gas natural comprimido en Bordeaux.
Con la visión de que un vehículo potente propulsado por el producto de su familia atraería negocios, Bigata se embarcó en la conversión de su Auburn 12-160 coupé, fabricado en Estados Unidos en 1932, en un impresionante automóvil deportivo.
En colaboración con su hijo Marc, volcaron el chasis del Auburn, acercándolo más al suelo, y conservaron el motor de doce cilindros del Auburn. Este se vistió con una magnífica carrocería de aluminio martillado a mano, creada por la empresa aeronáutica de Marcel Dassault.
Esta obra maestra sobre ruedas, bautizada como Bigata Douze Special, incluía faros ocultos tras una elegante parrilla al estilo Delahaye y un panel de instrumentos completamente equipado.
El motor de 12 cilindros se alimentaba con gas comprimido, suministrado desde dos enormes tanques cuya instalación determinó la curva, casi voluptuosa, de la carrocería.
La potencia se transmitía mediante una transmisión manual de tres velocidades con overdrive. Se rumorea que el Bigata Douze era capaz de alcanzar una velocidad máxima cercana a los 200 km/h.
La familia Bigata no solo veía su creación como un medio de publicidad para su negocio de gas comprimido, sino como un testimonio rodante de la ingeniería artística y la destreza mecánica.
Aunque los años han pasado, el Bigata Douze Special permanece como una reliquia sagrada en la historia del automóvil. Su legado no solo reside en la velocidad que una vez conquistó, sino en la huella imborrable que dejó en el lienzo de la innovación automotriz.