Lejos de las pistas, Ayrton Senna era una persona común, rodeado de familiares y amigos. Después de cumplir con sus compromisos profesionales volvía, tan rápido como podía, a San Pablo. Tenía el orgullo de ser brasileño y quería hacer más por el país. Siempre tuvo en cuenta que un futuro mejor estaba pensado en la educación. Esa fue la semilla para la creación del Instituto Ayrton Senna. Así describen al paulista quienes compartieron con él sus momentos lejos de la velocidad, del glamour y de la exposición que tenía el tricampeón mundial de la Fórmula 1.
“Fue más que ganar tres campeonatos, que ser campeón, que ser reconocido como un piloto especial en todo el mundo. Creo que Ayrton dejó más que esto. Lo que la gente admira en él son los valores, las posturas, las actitudes y que fueron la razón de sus victorias”, sostiene Viviane Senna, hermana de Ayrton, quien, entre otras cosas, tomó las riendas en el Instituto.
Precisamente, dicho ente, extendió en el tiempo la personalidad del paulista, quien acongojado por la situación de desigualdad que vivían, y viven, muchos chicos en Brasil (y en el mundo), decidió involucrarse de este modo a partir de la creación de Senninha, un personaje animado de la televisión brasileña. Demostrando cómo era él en la intimidad, en el festejo de su cumpleaños número 34, le planteó a los que lo acompañaban que algo había que hacer.
Así lo recuerda su hermana: “En marzo de 1994 Ayrton manifestó su deseo de realizar algo concreto por los niños y jóvenes del país. No sabía exactamente qué pretendía hacer, pero sí que era necesario trabajar en una acción organizada para mejorar la calidad de vida de los niños”.
En su entorno aseguran que para relajarse y descansar, su lugar en el mundo era Angra dos Reis, en donde tenía una casa. “Amaba ese lugar, era su refugio”, sostienen sus íntimos. Allí, también, Ayrton aprovechaba para practicar otros deportes, como esquí acuático, ciclismo o tenis. Generalmente, los días en la pequeña ciudad cercana a Río de Janeiro, Alley, como lo llamaban sus allegados, los solía pasar con amigos o familiares.
Al igual que gran parte de su familia, Senna era muy creyente. “Realmente no puedo creer lo que me está sucediendo. Lo que más recuerdo es la última vuelta, cuando supe que Dios estaba conmigo en mi coche”, afirmó tras ganar su primer título en la F-1, en 1988. También dijo en reiteradas ocasiones que en la curva Eau Rouge del circuito de Spa-Francorchamps, Bélgica, él “hablaba con Dios”. Su adoración por Dios también se reflejaba antes de cada competencia. En soledad, en su motorhome, Ayrton leía un pasaje de la Biblia y recién después iba rumbo a su box.