Todo el mundo recuerda a Elvis Presley por esas grandes canciones que le valieron el apodo del Rey del Rock and Roll, aunque también por otra de sus grandes pasiones: los autos.
Se podría decir que la música y los coches llegaron a la vida del muchacho de Memphis al mismo tiempo. En 1953, con 18 años, se compró un Lincoln de 1942 y por esa misma época ingresó a los estudios de Sun Records para grabar un disco de acetato de doble cara con los temas My Happiness y That’s When Your Heartaches Begin que muchos afirman que le regaló a su madre.
Su increíble voz y su forma de cantar enseguida lo convirtieron en una estrella cuya fama trascendió la frontera de los Estados Unidos.
A aquel Lincoln le siguió, 13 años después, un Cadillac con el que se desplazaba con los Blue Moon Boys, su banda. Y en la medida que sus temas se convertían en hits, los cambios de autos se tornaron en algo frecuente. Tuvo también un Cadillac El Dorado convertible de 1956, un BMW 507 de 1958, un Lincoln de 1960 y un Ford Thunderbird Sports Roadster de 1962, que era uno de sus favoritos.
Convertido ya en leyenda, en la década de 1970 el garage de su mansión en Graceland se llenó de máquinas increíbles como un Rolls Royce Phantom V, una limusina Cadillac Fleetwood 1960 personalizada por George Barris (creador del famoso Batmóvil de Adam West), otro vehículo similar, pero de 1964; un Cadillac El Dorado versión Coupe, una limusina Mercedes Benz 600, un Cadillac Sedan de Ville, un Stutz Blackhawk, un Cadillac Fleetwood Brougham de 1974, una Ferrari Dino 308 GT4 de 1975 y un Cadillac Seville.
También fue dueño de un De Tomaso Pantera, que baleó en un ataque de ira porque no le arrancó cuando estaba con su novia…