Uno de los vehículos más famosos del cine es el Aston Martin DB5 utilizado por James Bond, el famoso agente británico con licencia para matar, en las películas Goldfinger (1964) y Operación Trueno (1967).
Este hermoso deportivo producido por la firma inglesa se destaca, principalmente, por tener una serie de accesorios que le permitían a 007 escaparse de sus perseguidores.
Contaba con matrículas intercambiables (francesa, inglesa y suiza), lanzamisiles oculto en los faros traseros, asiento eyectable, espolones para pinchar las ruedas de sus adversarios, pantalla de geolocalización -precursor del actual GPS- y teléfono. La ausencia de la electrónica en los años 60 hizo que el proceso de creación fuese extremadamente arduo porque obligó a sus creadores a diseñar un sistema hidráulico de bombas de aceite que pusiera en marcha los diferentes artilugios.
Es por ello que los mismos solo actuaban cuando el coche estaba en marcha. A cambio de todos estos “extras”, el espía británico debía renunciar a un lugar donde guardar su equipaje ya que es en el maletero donde se hallaba la maquinaria que permitía su funcionamiento.