Hace solo unos días se conmemoraron diez años de la muerte de Guido Falaschi en una carrera de Turismo Carretera en Balcarce. Ese suceso que le costó la vida al muchacho de 23 años dejó expuesto las falencias en la seguridad de la pista del Juan Manuel Fangio. El último fin de semana, increíblemente, un incidente ocurrido en el autódromo sanjuanino de El Villicum dejó expuesto que el automovilismo argentino no ha aprendido nada en esta década.
La seguridad es fundamental en el deporte motor y eso no merece el más mínimo debate. Afortunadamente, existen personas y entidades que se dedican a estudiar el tema y a lograr que tanto los vehículos como los trazados sean lo más seguros posibles. Pero a veces eso no es suficiente y menos en la Argentina…
Tras la muerte de Falaschi se comprobó que el circuito estaba habilitado por la Asociación Corredores Turismo Carretera (ATC) sin tener algo básico que establece la Federación Internacional del Automóvil: la correcta colocación de las gomas de contención, que deben estar apiladas, abulonadas entre sí, enzunchadas y recubiertas con una protección para evitar que se dispersen ante un choque. Todo este procedimiento para lograr que las defensas absorban cualquier impacto.
Cuando se despistó Falaschi las gomas estaban sueltas y, en consecuencia, el auto rebotó contra un paredón, se fue al medio de la pista y ahí recibió dos impactos fuertísimos, el primero de Guillermo Ortelli y el segundo de Néstor Girolami.
Lamentablemente, el fallecimiento de Guido fue el punto cúlmine de un año en el que varias veces se criticó la falta de seguridad de algunos escenarios. En su mayoría por la utilización de tierra arada en las vías de escape, algo que provocaba una polvareda que complicaba la visibilidad cada vez que algún vehículo se despistaba; como así también otras técnicas criollas reprobadas por la FIA.
Uno podría suponer que tras una década se aprendió la lección, pero el último domingo nos dimos cuenta que no ha sido así. El circuito de El Villicum fue escenario de la última fecha de la TC Pick-Up, categoría fiscalizada por la ACTC. Durante la primera vuelta de la carrera, que ganó Diego Ciantini y consagró a Juan Pablo Gianini como campeón, tres camionetas se despistaron en la última curva durante la primera vuelta y se fueron derecho hacia un paredón recubiertos con gomas sueltas.
Javier Jack y Mario Ferrando solos primeros en llegar al muro y desparraman las gomas; mientras Mauricio Selva le pega de lleno al guard-rail, ya sin los neumáticos de “contención”. No fueron impactos violentos, pero alcanzaron para exponer la deficiente seguridad, al menos en ese sector.
El Villicum fue concebido para recibir al Mundial de Superbike y, como tal, tiene la aprobación de la Federación Internacional de Motociclismo. Su dibujo tiene radios de giros ideales para las motos y es por eso que los autos, para salir a mayor velocidad y no perder tiempo, se exceden con sus cuatro ruedas de los límites de la pista. Al permitir este tipo de práctica -algo que en realidad es una falta que debería penalizarse- el circuito se convierte en una trampa mortal por tener una zona de escape insuficiente.
Y esto que sucedió el domingo con la TC Pick-Up ya ocurrió este mismo año cuando compitió allí el Turismo Carretera, lo que es más grave aún.
Lo sucedido amerita una reflexión. No solo de los entes fiscalizadores, tanto la ACTC como el Automóvil Club Argentino, en definitiva los responsables de determinar si un circuito es seguro o no; pero también de los propios pilotos, que son lo suficientemente inteligentes para darse cuenta que su vida está en juego en cada curva.