Aunque la Fórmula 1 de hoy en día trata de ser inclusiva y ofrecerles oportunidades a todos, sin importar su género, su color de piel o sus creencias, aún tiene una materia pendiente: lograr que una mujer esté nuevamente detrás del volante de un auto de la Máxima. Ya han pasado 29 años desde que la italiana Giovanna Amati intentó correr en tres Grandes Premios en 1992 y, lo que es peor, 45 desde la última participación de su compatriota Lella Lombardi, quien disputó una docena de competencias entre 1974 y 1976.
Si bien en el paddock de la F.1 la presencia femenina es algo cotidiano dentro de los equipos con ingenieras y hasta mecánicas, tener a una piloto parece algo muy lejano. En los primeros años de la pasada década eso parecía probable con la llegada de la escocesa Susie Stoddart, designada en 2012 como tester de Williams y que luego se casó con Toto Wolff; o las españolas María de Villota, quien falleció en 2013 por las consecuencias de un accidente que tuvo en un ensayo con Marussia un año antes; y Carmen Jordá, piloto de desarrollo de Renault y Lotus en 2015 y 2016.
Pero todo quedó en la nada ya que debieron conformarse con participar de algún ensayo o hacer pruebas en un simulador. Solo Susie llegó a participar en las practicas libres de cuatro GP’s entre 2014 y 2015.
La lista de mujeres que tuvieron alguna relación con equipos de la Máxima durante el Siglo XXI la completan la estadounidense Sarah Fisher, que participó de una exhibición con McLaren en 2002 y la inglesa Katherine Legge, que hizo una prueba con Minardi en 2005.
Más acá en el tiempo también lo intentó la suiza Simona de Silvestro, que en 2014 tuvo un vínculo con Sauber que duró solo un año y que terminó cuando no consiguió patrocinadores para correr en la F.1 en 2015.
En la actualidad solo tres mujeres cuenta con el rótulo de “piloto de desarrollo”, un status que las habilita a probar en simuladores y ser espectadoras de lujo cuando se las invita a algún GP para cumplir con algún patrocinador: la colombiana Tatiana Calderón, que llegó a Sauber/Alfa Romeo Racing en 2018; y las inglesas Jamie Chadwick, en Williams; y Jessica Hawkins, en Aston Martin. De ellas solo la sudamericana se ha dado el gusto de acelerar un F.1 de verdad en alguno que otro test.
¿Pero cuál es el motivo por los que una mujer no llega a la Fórmula 1? Algunos sostienen que es por una cuestión física ya que tienen el 30 por ciento menos de masa muscular que un hombre. Aunque esa teoría se puede echar por tierra con un ejemplo muy claro: la estadounidense Danica Patrick se destacó en la IndyCar, donde los vehículos también van a grandes velocidades y los corredores deben soportar mucha fuerza centrífuga. Tal vez como dice la francesa Michele Mouton, subcampeona de Rally Mundial en 1981, todo sea por “una cuestión de porcentajes porque hay menos mujeres que hombres corriendo”.
El haber sumado a la W Series, categoría exclusiva para mujeres, al cronograma de algunos Grandes Premios habla a las claras de que en la F.1 quiere revertir la situación. Pero por lo pronto todo queda en buenas intenciones. Es que la realidad indica que de los diez equipos de la parrilla solo dos -Williams y Haas- podrían darles una butaca a una corredora siempre y cuando cumpla con dos requisitos: ser rápida y contar con un presupuesto de varios millones de dólares detrás.