
Algunos pilotos que llegan a la Fórmula 1 trascienden por sus victorias y títulos, otros por sus récords; también están aquellos que lo hacen por sus flojos desempeños. Pero hay uno solo que ha quedado en la historia de la Máxima por haber sido encarcelado por tráfico de drogas: el británico Ian Burgess.
El piloto londinense comenzó su campaña deportiva en la Fórmula 3 a principios de la década de 1950 con aceptable resultados. A mediados de la década comenzó a trabajar como instructor de la Cooper Racing School, la escuela de conducción que tenía Cooper en Brand Hatch.

Justamente con la escudería fundada por Charles Cooper y su hijo John Cooper, Burgess hizo su debut en la F.1 en el Gran Premio de Gran Bretaña de 1958. Largó 16° y abandonó por problemas de embrague.
Al año siguiente se unió a la Scuderia Centro Sud con la que logró el mejor resultado de su efímera campaña en la categoría: sexto en el Gran Premio de Alemania de 1959, sin contar los cuarto puestos que consiguió en los GP’s -sin puntos- de Napoles (1961) y Solitude (1962). También compitió para Camoradi y Anglo American.
En 1963 aceptó la oferta para unirse a Scirocco, un equipo afincado en Reino Unido, pero que corrió con licencia estadounidense. Aunque contaba con el respaldo económico del joven millonario Hugh Powell, el equipo jamás logró que sus autos terminaran un Gran Premio por el Mundial. Burgess disputó solo unas pocas competencias y después se retiró.

El piloto británico no vivía del automovilismo sino de Laminates Ltd, la empresa que había fundado tras dejar Cooper y que se dedicaba a fabricar piezas de fibra de vidrio para embarcaciones y autos de serie. Esta labor le demandaba mucho trabajo, motivo por el cual solo competía cuando tenía tiempo.
Sin embargo, una investigación de la justicia británica determinó que la fortuna de Burgess provenía, en realidad, del tráfico de heroína.
Durante el juicio, Burgess afirmó que la droga se le había dado el MI5, el servicio de inteligencia del Reino Unido, como parte de pago por sus servicios de informante. Como no lo pudo comprobar fue encarcelado y debió pasar 10 años tras las rejas. Luego de cumplir su sentencia, dejó el país y se mudó a España por un tiempo.
Burgess, que falleció a los 81 años en 2012, siempre culpó al MI5 por su encarcelamiento, aunque jamás negó que había sido espía al servicio de su majestad…